Para Aurea
La semana pasada la cantina vio rota su calma por la llegada trompicada de un viajero al borde del infarto. Mereció poca atención al principio ya que esto pasa casi cada mes. Juraba habérsele escapado al cuaco. El custodio escuchó algo que le hizo levantar una ceja. Con la respiración entrecortada, el viajero intentaba regresar bajo sus pasos para convencerlo, pero éste, que ya le detenía la quijada con el cañón de su revólver, no se miraba complacido. Repite lo que dijiste, cabrón.
Murmuró algo como que tenía cara de caballo, todos habíamos guardado silencio por la tensión del momento y apenas pudimos escucharlo. El custodio guardó el arma y mirándolo sin parpadear le dijo, rézale a la virgencita. Tomó su tequila, se puso el sombrero y salió del lugar. Segundos después, otro viajero entró corriendo con el terror colgado de la cara, llevaba sus manos a la garganta como ahogándose y se arrodilló en el rincón más próximo. Miré al resto de la gente que estaba presente, todo estaba quieto, nadie pronunciaba palabra alguna o, mejor dicho, nadie podía.
Lo siguiente pasó muy rápido. El sonido regresó como el que vuelve después de salir del río. Todos gritaban no te escucho a quien tuvieran enfrente. La vergüenza se generalizó cuando se dieron cuenta que ya no solo no escuchaban, sino que también se expresaban a gritos.
Pasado el susto y con la calma abrazando la cantina una vez más, fui a la barra a pagar para irme a dormir. El cantinero aún no se liberaba del trance reciente y permanecía inmóvil; grité su nombre y volteó hacía mi sin mirarme, tenía los ojos clavados en el primer viajero. Estaba tirado sobre la barra, parecía que el infarto al fin le había cobrado lo que debía. Quería comprobar si ya había pasado a la otra vida pero, apenas le puse la mano encima, el cantinero gritó tirando las botellas en el muro detrás de él. Si el horror escurre de la boca de las personas, el cantinero era la imagen que se necesitaba para entender dicha expresión, ya no podía cerrar los ojos del asombro y apenas pudo susurrar que tenía cara de caballo. El viajero estaba muerto, el rostro pálido y torcido. El segundo viajero no dejaba de repetirle plegarias a la virgen María en aquél rincón. Rézale tú más fuerte, dije dándole palmaditas en el hombro, le pagué y salí de ahí.
8 comentarios:
me gustan los cuentos cortos sin dunda son perfectos para crear cortometrajes pero sin lungar a dudas este no lo entendi muy bien hahaha
pero ya sabe que soy algo despistada
n_n
lindo dia
"... como el que vuelve después de salir del río."
Me recuerda algo....
Pero de verdad que intento una y otra vez y nada más no hace acto de apariciòn....
pfff... odio que suceda eso.
Me pregunto si el segundo viajero, habrá sentido las palmaditas en su hombro....
Saludos!!!
Una semana larga para el señor escritor... pero ... valio la pena, todos los cuentos fueron muy buenos, que puedo decir yo... soy tu fan numero uno, o dos? bueno como sea, admiro tu escritura, realmente exita el intelecto... T.A
Las palmadas son gays. Y los gays rifan. Tu rifas. Eres gay?
me encanta y siempre me sorprendes... creo que tengo que leerme la serie completa
no solo los cuentos sino todo el blog...
me intrigan las dedicatorias
pues yo ya me hice re.fan
y como su bló está harto fácil de memorizar pues créame que me tendrá dando lata muy seguido...
a veces manifestándome en letras y muchas otras fungiendo de metiche silencioso...
saludos desde no sé donde estoy ahora...
d(u_u)b
rezar, ya lo habia olvidado...
gracias por el cuento, cuando paso por el , o más bien cuando vienes a dejármelo, para que tú tambien seas un viajero más.
Cuacos, cantina, muerte, rezos.
Y tú sólo piensas en dormir?? Lo peor, antes de salir pagas. Yo hubiera aprovechado el desmane.
Mmm voy entendiendo por qué mis sueños no son tranquilos.
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