viernes, 14 de diciembre de 2018

Hey, todo lo que sigue es una gran mentira.

Voy a aparentar no sólo que alguien lee ésto,
sino que también lo hace una persona que me importe.

No lo tomes a mal. Pero no tiene sentido, ¿sabes? Nada lo tiene.
No hallo el sabor en las cosas; desde el simple "...ok, amareto está bien ya que no tiene crema irlandesa, señorita" en el capuchino que estoy pagando -dejando expuesta la primera de mis fallas: el eterno conformismo- hasta el no aguantar verme en la posición que me encuentro.
Podría hacerte una descripción detallada cual si de una experiencia extracorporal se tratara. Lo sabes.
Detallando cómo se acumulan libros sobre libros en un rincón del cuarto donde ahora vivo, la ausencia de decoración por no sentirlo mío, mirando al techo a la espera de que alguien se sincere conmigo, me tome de la solapa y diga, "hey, ¿te das cuenta cómo te manipulamos?" en un loop que inició el día que me bautizaron.
Tal es el la profundidad de mi pantano, que el mínimo intento de actuar por voluntad, me paraliza. Me atormento imaginando a alguien desobedeciendo su instinto y, por el contrario, ejecutar lo que le pido.
Justo ayer me entregaron los resultados de numerosos estudios pagados por mi patrón. Resulta que estoy en perfecta salud (si ignoramos mi bajo peso para los estándares en este país de marranos) y no podía sentirme más triste. Vi salir del mismo consultorio a personas con semblante triunfal en sus batallas personales contra la diabetes o la hipertensión; los soldados golpeados por una mala noticia a pesar del esfuerzo: "lo lamento, en verdad necesita cambiar más sus hábitos", etc.
No estoy diciendo que esperaba una noticia terrible, por su puesto. No estoy idiota.
Pero, hombre, este año me he excedido en diferentes renglones y no estoy pagando el precio.
Ni siquiera eso me puede distraer de este marisma en escala de grises.
Sea por esto, o por mi inevitable nihilismo, termino flagelándome no sin queja.
Una de las formas más recurrentes es dejando de tratar a las personas que nada me han hecho.
En estricto sentido: nada.
Su único error ha sido tenerme cerca. No hay explicación detallada o propósito ulterior. Estoy en el extremo opuesto del pragmatismo. Detesto despertar sabiendo que hay responsabilidades qué atacar aún cuando me he ido a dormir la noche anterior sin sentimiento alguno de urgencia por querer terminar un proyecto; un propósito, una meta, un objetivo o una maldita frase.
El próximo jueves me pondré a prueba de manera estúpida. Nuevamente sin saber cómo decir que no, quedé en un intercambio de regalos. Ya saben, diciembre al fin. Y si bien esto no hubiera significado malestar alguno en el pasado, no tolero la idea de ver a alguien con quien dejé de interactuar hace casi tres meses. Digo casi por que ayer estúpidamente envié un mensaje del cual me arrepentí en el instante mismo.
Entonces sí, Todo este texto que no tiene mayor fin que distraerme golpeando el teclado esperando que termine otra tarea paralela, va dirigido a ti.
Si de algo sirve, fui a ver a una psicóloga en este tiempo. Después fui a ver a otra cuando la primera no me gustó. Y no he vuelto a ir. Ahora me doy de topes por el dinero que me pude haber ahorrado en dos sesiones y el transporte.
No sé qué más escribir. A caso que odio estas fechas y no le veo caso a seguir contándole todo lo que me molesta a oídos que no lo piden. Que no pueden ayudar sin importar cuán preparados estén delante de su muro lleno de copias enmarcadas de diplomas por tiempos mejores.
Qué pendejada ir a terapia.
Qué pendejada pensar que hay mejora después de un cambio.
Ah, tal vez, que cada sonrisa que he entregado este año es falsa.
Que de la misma forma en que he terminado odiando jugar fútbol, estoy odiando otras cosas que antes me procuraban gozo.
Todo se va al puto carajo.

jueves, 25 de octubre de 2018

Jacinto


No le tomó ni dos minutos reponerse del relato anterior. Quienes le escuchaban, sentados en las escaleras del patio principal, miraban alternativamente sobre sus hombros anticipando la puñalada de cualquier otro recluso. Jacinto tenía fama de contar vivencias y muchos se encontraban embelesados por su voz eléctrica.

"Esperé a que la policía tumbara la puerta de la casa de mi suegra. La cabeza del niño pierde peso cuando ya no pelea, ¿sabían?". Dijo para dar inicio a la segunda historia: Dos marlboros, la cuota.
“No tenía nada contra su mamá del Nico, ni de su jefecita, la pura verdad” -continuó al tiempo que le prendían un cigarro-. Es más, yo ni quería salirme de esa casa aunque me dijeran que por malandro me iba a cargar la chingada. Ya me habían llenado el vasito con sus pendejadas. Si no hubiera sido por mi chavo, me cae que sí me enderezaba.

Tres semanas antes, Jacinto empezó a hacerse un nombre dentro del presidio: la voz corrió con que había violado a un niño y él nunca se molestó en desmentir a nadie. Aguantó las salvajes torturas que le ponen un moño a la bienvenida al reclusorio para gente como él. Tres noches sangró por el ano a causa de las repetidas embestidas con el mango del destapacaños. A la semana de no dar respuesta, los cobradores de piso se desentendieron pues sabían que nadie de afuera paga por un cogeniños. Más tiempo perdían queriendo sacarle un sentimiento que bien podrían invertir en el call center clandestino para extorsiones. ¿Dónde más iban a sacar sus cien varitos por hora?
La segunda semana se la pasó en el sanatorio. Si es que a ese cuarto de tiliches con gasas se le puede llamar así. Ciertamente no era una enfermería y para nada semejaba una clínica de cuidados intensivos. Ahí le pararon las hemorragias con la sospecha de que se pudría por dentro y ni él mostraba interés en mejorar.
Halló refugio del mundo dentro del mundo en aquella escalinata a una veintena de pasos de su celda. No podía desplazarse mucho y parecía dejarse consumir por el hambre y los espasmos que menguaba fumando un cigarro tras otro. Alguna vez oyó decir que nadie se había muerto de una sobredosis de nicotina, pero parecía haberse propuesto derribar ese mito.
 Hablaba con mala dicción, la propia de las personas educadas por la calle, cobijadas por el sereno del parque y moldeadas por el hambre. Pero no se guardaba nada, decían. Era como ir a una plática de alcohólicos anónimos y sumar todas las experiencias en una voz. Parecía un desperdicio dejar morir una existencia tan matizada sin constar registro de todo. Como a mí no me alcanzaba para comprar papel, memoricé todo lo que pude y a mi limitado entender de cómo escribir, quise replicar un par de historias prestadas. De todos modos sólo estoy de paso por aquí: soy uno de tantos inocentes que no tuvo para la fianza y se comprometió con toda la familia para pagarles apenas saliera. Tres meses más, según me dicen. La mía fue considerada como ofensa menor, pero el trato para todos aquí dentro no distingue unos sobre otros. Bueno, a los jacintos sí los aparta. Pero ese compa se muere antes de que yo salga.

Terminaré de contar su segundo relato antes de repasar el primero, que es mucho más interesante, pero no el que lo mandó a este nido de ratas.

"Neta que yo no quebré al chavito, ¡por ésta!" -Se besaba la mano haciendo una cruz con índice y pulgar, dirigiéndose a su escucha más cercano- Esa noche había ido por él para llevármelo a San Luis, tenía un cuñado que me daba chamba en un taller, por la derecha, ¿ves?.
Fue su abuela la que lo tenía muerto de hambre. Le pegaba nomás porque decía que se parecía a mí. El Nico bien noble se aguantaba los chingadazos. ¿Su jefa? ¿Esa pendeja? ¡Qué le iba a decir a la ñora si le soportaba todas sus puterías!
No, si yo ya estaba hasta la madre de sus chingaderas pero pues tenía que ganarme la papa en los camiones y eso nunca les cayó chido.
Qué culpa tiene uno de nacer indio, ¿no?
Yo nomás les decía que si, que sí pero que el Nico se iba conmigo. No me dejaban verlo. Un noche pasé cuando ya estaban todos dormidos. Los culeros ponían el pasador por dentro para que no me metiera. Pero le dije a mi chavo que me abriera. Tenía que pasar por unas cosas y regresaba, y que sacara una mochila pa' sus cosas. Pero pues el morro es morrito, ¿sabes? despertó a toda la colonia tratando de sacar la mochilota más grande y haciendo un desmadre. Apenas me había salido de la unidad cuando vi que se prendieron las luces del cuarto y la sala. Me regresé en chinga para agarrarlo y a la verga, ¿no? Pero pos la ñora ya lo tenía bien amachinado. El Nico pataleaba y en una de esas le dio a su abuela en la rodilla mala. La seño se cayó en medio de la sala y agarró a mi chavito del pescuezo. Pinche vieja, nunca tuvo más fuerzas la condenada. Y así condenada se fue al infierno la hija de la chingada porque antes de que me mandara al Nico a dormir para siempre, le puse una verguiza que seguro atravesó al otro lado con una pinche cara de dolor la cabrona. ¡Vieja puta!
En chinga se despertó la mamá del Nico y como veía que estaba sacudiéndolo pensó que le había hecho algo. ¡Nel, Alondra, no mames, fue tu jefa, AYÚDAME!
Pero pos nomás vio a su jefecita ahí desguanzada con sangre en la cara y se me dejó venir con uñas la perra. Yo nomás quería quitármela de encima y llevarme a mi chavito. Tu tío me va a dar chamba en San Luis, Nico, aguántame payasito, no te me vayas todavía. Quien sabe con qué chingados me pegó la Alondra que me dejó toda la cara caliente. Le agarré los cachetes de marrana y le dije que le bajara de huevos, que fuera por un doctor, pero la pendeja me seguía pegando y me mordía la mano. Y ya con la pinche calentura le dije que se iba a la verga. Le metí los dedos en los ojos y nomás chilló como la marrana que es con esos pinches cachetotes colgados. Se puso menos pendeja y la puse en el suelo. Le dejé la rodilla en la garganta hasta que ya no se moviera.
De un patín cerré la puerta de la sala y le gritaba a los pinches metiches de los vecinos que sí, que fueran por la policía. Pero que me mandaran un padrecito también para que guiara a mi Nico. A mi payasito que ya se sentía frío. Ya ni pesaba su cabecita.
Ni me dejaron ir al funeral los culeros. Mi cuñado me dijo que me fuera a la verga y que ojalá me violaran en la cárcel. Ese puto fue el que dijo todas las mentiras. Pero pues qué chingados, ¿verdad? Pa qué se casa con la prima de la Alondra. Estaba más de ese lado que del mío. Y apenas en las audiencias me enteré.
A mí que me lleve la chingada. Una cosa buena había hecho en la vida y me la arrebató una méndiga vieja.
Pero allá me la he de topar. Y si se la voy a dejar caer bien cabrón. A ella y a la marrana de su hija.
Jacinto prendió otro cigarro.

Pero lo que les decía sobre el primer relato...

miércoles, 3 de octubre de 2018

No lo creo, Rick

He comprendido, al fin, de qué van estos "ciclos depresivos" según insisto en llamarles: no se tratan sino del momento de claridad pura sobre mi situación actual. Una que no consigo controlar y, para la cual, todos tienen la solución precisa.
Ante lo cual veo diferentes consideraciones:
1. Todos son normales y yo anormal.
2. Todos son genios y yo un retrasado.
3. Todos tienen la respuesta a cada problema y yo un No para cada oportunidad.
Puedo seguir. Pero creo que he dejado claro el punto.
Lo que no he precisado es a qué me refiero con "momento de claridad". Bien. Según parece, me he anestesiado de los sucesos como vienen. Me sujeto a la idea de que no puedo salir del lugar donde actualmente vivo mientras no tenga un segundo ingreso que me permita rentar una cama donde dejar caer mis (preocupantemente) contínuas jaquecas: Es para ello que vengo a esta casa donde últimamente no me siento cómodo. Para dormir. Procuro existir lo más posible fuera de este espacio pues, lejos de un refugio, se ha transformado en un constante recordatorio de mi precaria capacidad económica.
No abundaré en detalles.
¿Mencioné un segundo ingreso? Bueno. Eso se debe a que el actual no alcanza para maldita la cosa.
¿Por que no cambio de empleo como me recomiendan? Miedo. Miedo principalmente. No. No es miedo. Es la completa convicción de que no tengo capacidad de hacer otra cosa que no sea hacerme pendejo durante el periodo de tiempo que abarca la entrada y salida de cualquier lugar donde se requiera el minimo de disposición para aprender. Ya no digamos para superar mis cualidades de "trabajo en equipo; entrega de resultados bajo presión; iniciativa y don de gente". O, como yo lo entiendo, "sin quejas por no cobrar los primeros tres meses de capacitación; cobrar por comisiones; jamás quejarse y ser fuerza de ventas".
¿Y por qué diablos no haces algo más?
Verán. Históricamente, jamás he atinado con cualquier negocio que intento. Estos dias me aferro con las uñas a no abandonar algo que requiere cada vez más inversión y menos ganancia. No se cuanto más soporte así.
Al respecto tampoco abonaré más detalles.
Líneas arriba mencioné que busco pasar poco tiempo en donde vivo. Es extensivo a mis hijos. No estoy a gusto con ellos aqui. No tengo autoridad que me permita darles educación esencial. Tratamos de distraernos en otros lados.
El breve rato que pasamos juntos se ve aún más reducido debido a que tengo deberes durante gran parte del sábado. Responsabilidades que me orillan a buscar quién me apoye con sus cuidados. Esa particularidad (estoy a punto de descubrirlo) podria co$tarme el dinero que gane durante las seis horas que trabaje. Solo me queda levantar los hombros, ¿Cierto?
Dos cosas me molestan sobremanera:
1. La gente que supera la adversidad y expone su historia a manera de empujón motivacional.
2. La gente que te dice que sigas el ejemplo de los mencionados en el punto anterior.
Entre los primeros, hay algunos contra los que no tengo nada. Admiración a caso. Entre ellos, dos héroes: Bill Watterson y Stephen King.
Uno abandonó su horrendo empleo haciendo publicidad que odiaba para volverse caricaturista. El otro se convenció de ser un escritor promedio que viviría con los lujos que muchos actores de Hollywood sólo soñarían.
Ninguno de ellos pavonea su éxito. No al menos a manera de "motivational speech".
Aquellos que se atrevan a utilizar sus vidas de éxito para señalar cómo también podría labrar mi propio camino al bienestar, me dan náuseas. Incluso se ponen de ejemplo: "yo dejé todo lo que tenia porque quise ser feliz". Pinche filosofía de Alquimista de Cohelo (o como se escriba).
Volviendo a lo de "momento de claridad". Es ésto. Me entumo con mi día a día. Con una que otra cerveza en fiestas. Con distractores en forma de Stendhal, Hemingway o Cortázar. Con las horas que me acompañan mis hijos. Con no mirar mis deudas.
Dinero.
Es el dinero lo que más me inquieta. Es la falta de tal lo que me irrita. Es la aparente facildad de conseguirlo y no obtenerlo lo que me deprime.
A cerca dela depresión. No tengo puta idea de lo largo que es ese brazo escamoso con garras que aprietan el corazón y podrían tomar una vida sin avisar.
Sé lo que se siente no ver la salida y he visto cuánto se abren los ojos de la persona a quién le confías que a veces quisieras acelerar y salir con todo y auto por el borde de algún puente. No es la solución, dicen. Vamos a bscar una alternativa, insisten. Yo te ayudo, espetan.
A lo cual pienso en forma inversa:
1. Me ayudan. Pero tal ánimo se difumina con el tiempo.
2. Las alternativas, es decir, los negocios informales, no son mi hit. No pegan. No dejan. No sale.
3. Aparentemente sí es la solución. Si me mato simulando un accidente y en mi cuerpo no hallan alcohol ni drogas (como si tuviera para vicios) podrian darle una indemnización a mi familia. Es como si valiera más muerto que vivo.
Antes había mencionado el miedo. Si no fuera tan cobarde, ya le hubiera puesto fin a todo hace tiempo.
Si nada extraordinario sucede, pasarán los años y mis hijos deberán agradecer, no a mí insistencia por conseguir algo mejor, sino a mis pocos huevos por no aventarme de un puente y evitarles un futuro de mediocridad.
Al menos su padre estará ahí para decirles cosas como "me siento orgulloso", o "¡Seré abuelo!". Al menos estaré.
¿Pero qué parte de mí les acompañará?
En enero murió un gran pedazo de Adrián.
Se llevó mi confianza en la gente y mi capacidad de hallar belleza en lo simple.
Dejó un residuo de inseguridades y temores. Mismos que levantan la mano cada vez que me hallo solo. Y solo me he sentido desde entonces.
Dos razones para escribir esto desde un rincón:
1. Aquí estoy a salvó. Nadie me lee. Pero debo externarlo. Debo leer esto a diario y convencerme que soy un espectro entre mortales. Y, aún si alguien lo leyera, puedo desestimarlo fácilmente diciendo que estaba tomado o algo parecido. Sirve que disculpa mi horrenda sintaxis.
2. Ya no quiero decirle a nadie en persona que no estoy bien. Solo puedo imaginar el fastidio que representa para cualquiera el tener que fumarse los problemas de otro.
Estoy a salvo: carezco de valor.

jueves, 20 de septiembre de 2018

Me llevé el frío

Algún día escucharemos los murmullos del viento y todo tendrá sentido.
Pronto tendremos nociones de que, arriba de nosotros, ocurren discusiones que nos son ajenas y  al fin entenderemos el por qué de las cosas.

Lindavista, 4-02-2016

Podemos suponer por qué Frío parecía siempre estar triste sin lugar aparente a dónde ir. Cuando se juntaban para platicar, Calor y Lluvia se burlaban de él pues siempre le veían solo. Nunca se detuvieron a pensar cómo era: ¿Qué se sentía ser el Frío?
Durante su charla, sucedió que Calor expresó su molestia cada vez que veía cómo cambiaba el comportamiento de la gente cuando Frío llegaba. ¡Siempre parece que todos pierden el buen humor y se vuelven muy callados sin hacer gran cosa! Pues, a saber, cuando Calor está presente, los niños salen a jugar a que son piratas; corren como caballos y brincan como canguros. ¡Todos son felices cuando Calor está aquí! Pero, si llega Frío, los niños se cubren con sus abrigos y vuelven a sus casas.
"¡Frío nos arruina la felicidad!" -gritó Calor dirigiéndose a Lluvia.
"Algo muy parecido me pasa a mí" -le dijo Lluvia mirándole en complicidad- a veces, cuando tú estás muy cansado y los niños también se están agotando, me gusta venir y refrescarlos con un chubasco. Así seguirán jugando sin perder energías y ahora, los piratas pueden navegar sobre los enormes charcos donde también, quienes corren como caballos y saltan como canguros, pueden ir a disfrutar. 

El gran inconveniente es que, casi siempre que vengo, Frío está junto a mí. Yo no lo invito y suele quedarse aún después de que me voy. Quisiera que tú, Calor, regresaras para que los niños siguieran jugando. Parece que no se llevan muy bien. Una vez, Noche me platicó que Frío también aparece con ella y siempre se queda unos momentos a pesar de que Día ya apareció. Frío siempre quiere estar en todos lados cuando nadie le ha pedido que venga. ¡Es como si sólo le gustara molestarnos!

Tanto tiempo estuvieron platicando Calor y Lluvia que apareció Noche acercándose para enterarse de las nuevas.
- ¿Qué pasa aquí, amigos? Parece que los encuentro muy entusiasmados -dijo con esa voz que adormece.
- Platicamos de lo molesto que es Frío y cuánto nos evita las diversiones - Calor y Lluvia al unísono.
- ¿Ah, sí? Pero, ¿es que nunca han hablado con él? -un poco desconcertada-. Él piensa que ustedes son sus grandes amigos. Todo el tiempo me dice cuánto les aprecia y que siempre se queda solo cuidando que la gente no se olvide de ustedes.
- ¿Qué no se olviden de nosotros? -asombrados Calor y Lluvia a un tiempo.
- Sí -continuó Noche- una vez, Frío me confió que por ello se presenta sin avisar. Según él, cuando hace mucho, mucho frío, todos te extrañan, Calor. Los niños que jugaban a ser piratas se ponen sus abrigos y corren a casa para abrazar a sus madres, reencontrándose con el calor que habían olvidado buscando tesoros o cabalgando y brincando. De la misma forma, cuando Lluvia se va y los niños se quedan temblando, rápido se secan para no enfermarse. Frío así evita que olviden cuidarse.
Calor y Lluvia se sintieron muy mal por haber pensado mal de Frío. Así que decidieron esperarlo juntos para demostrarles su amistad.

Poco después, cuando Frío llegó con la señal de la penumbra, se alegró de ver a todos reunidos.
Calor y Lluvia confesaron que no sabían lo que Noche les había confiado momentos antes y se disculparon por su comportamiento.
Frío les dijo que muchas veces los veía jugar y, cuando todos se iban, también notaba que los niños seguían haciendo exploraciones; aunque ya no como piratas, pero sí como esquimales; no corrían como caballos, pero aullaban como lobos y no brincaban como canguros, pero lo hacían como liebres.
Esto puso muy felices a todos y acordaron nunca pensar mal de nadie si no lo conocen bien. Ahora que todos se reúnen a platicar de vez en cuando. Es por eso que hay noches en las que hace mucho calor y días que amanecen lloviendo. A veces hay lluvia bochornosa y, entre los rayos del Sol, se presenta el amigo que todos quieren pero muy rara vez nos visita.

¿Sabes de qué amigo hablamos?

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Todos hace un año

¿De dónde viene su inspiración?
La mía, por lo pronto, me esquiva.
Hace un año, guardando respeto a las personas que me confiaron sus anécdotas, no escribí nada al respecto. Me refiero, por su puesto, a las experiencias que recogí del sismo.
En ese entonces, como ahora, me vi incapacitado para escribir cualquier cosa. Es decir, estas palabras no cuentan. Lo que a mi me interesa es escribir relatos. Relatos originales sin importar su extensión. Supuse que escuchar las perspectivas de mis contemporáneos me daría algo de combustible para iniciar la empresa. Pero lo que hallé fue dolor disfrazado de una incredulidad ante los hechos.

No recuerdo nada del terremoto que afectó la ciudad de México en septiembre del '85. Tenía apenas dos años cumplidos.
Vivíamos en la colonia Nueva Santa María y las memorias de mis padres me resultaban tan ajenas como cualquier otra hallada en extractos de periódicos de la época.
Esta vez todo fue diferente: Si bien no me encontraba en un lugar que sufriera grandes afectaciones (sin mencionar el edificio de Lindavista que colapsó unos 500 metros de donde me hallaba) sí recibí el golpe de realidad; la sacudida inicial; el frenesí derivado de la ignorancia -el simulacro apenas dos horas antes, no fue tomado en serio por muchos- el regreso a mi concentración; correr, los niños, las llaves del coche; ¿dónde me estacioné?; ¡Fuga de gas!; corre, luego tratas de llamar por teléfono; ¡LOS NIÑOS!
Esta sacudida -física y mental- me ayudó a poner las cosas en perspectiva. Un par de meses después ocurriría la ruptura familiar. Pero en ese momento, todo era unión.
Supuse que, como en el pasado sucedió con otros aspirantes a escritores, yo podría ser cronista de los hechos. Que lo sucedido no quedara simplemente opacado por el velo que el tiempo le pone encima.
Pero no tuve el temple necesario. El dolor de otros me llegó profundamente.
¿Cómo siquiera pensar en utilizar esa información para darle un empujón a mi añejo bloqueo de escritor?
Además, al deformarlo todo en una ficción plagada de licencias literarias (o sea, mentiras) no sólo insultaría lo que me habían confiado; sino que me convertiría de facto en un buitre.
Si a caso he de realizar una historia distorsionada por este filtro, que se trate de la mía.
Intentaré mañana nuevamente para retarme una vez más a escribir un cuento en diez minutos.
Bien. Si por azar llegara a ser conocido en el futuro, ese sería uno de mis secretos: escribir una historia en diez minutos.
Lo anterior no quiere decir que sea yo tan excelso en técnica, que apenas se consuma el tiempo, haya elaborado un relato en toda forma. Es la idea la que me interesa. Si en ese breve lapso consigo plantar la semilla; reparar la redacción y darle forma de la misma manera en que se cuida a uno de esos arbolitos minuatura (¿vieron Karate Kid 3?) es la parte sencilla.
Vuelvo mañana.
(No. Aún no estoy revisando mi redacción. Así que, sí, puede haber errores.)

domingo, 16 de septiembre de 2018

¿Desea iniciar Windows de manera normal?

¿Recuerdan eso? Ese mensaje en la pantalla al encender el equipo después de que una falla o desconexión inesperada lo apagara.
En mi lugar de trabajo, a pesar de lo frágil que es el sistema eléctrico y la cantidad de veces que sucumbe ante cualquier cambio de voltaje, no se ha invertido en reguladores para la mayoría de las computadoras.
Cada vez que veo esa pregunta me boto de risa. Primero por que, debido a lo simple que soy, imagino a la computadora haciéndome la pregunta: Literalmente, le otorgo voz y un par de ojos suspicaces formulándome la retórica interrogante. ¿Una compu con tal nivel de ironía? Es divertido.

Quién diablos no va a querer reiniciar normalmente, ¿cierto?
Bueno. Yo.

Sé que algunos de ustedes sepan que mi condición actual es... difícil de comentar.
Supongo que nos interesa mucho la opinión de otras personas, a pesar de que neguemos infinitas veces que es algo a considerar.
Personalmente, creo que he evitado el acercamiento de personas que pudieran ayudarme.
Lo hago ahora. Relataré con intenciones de ser breve:
Estoy divorciado.
Estuve casado durante ocho años y, en ese tiempo, tuve dos hijos.
La razón que llevó a mi ex pareja a tomar la decisión de no querer estar conmigo, me es ajena. Tengo una vaga idea, pero decidí evitarme ulteriores molestias y no estar con alguien que no quiso estar conmigo, a pesar no haber agotado todos los recursos que el apoyo familiar y hasta profesional ofrecían.
Probablemente me acerqué muy tarde a solicitar ayuda.
Han pasado nueve meses desde entonces. Cinco meses desde que puse mi firma en el papel que terminó la sociedad conyugal. Un trozo de papel legalizado por garabatos y sellos, ¿cierto?
Sin embargo dicho documento dejaba claras las reglas del juego respecto al modo en que se repartirían los tiempos con los niños. Desagradable tema. Lo sé.
Bien. En este tiempo he intentado retomar actividades que por mucho tiempo quedaron pendientes.
Me estoy procurando nuevas experiencias y entregando la mejor versión de mi que pueda ofrecer a mis hijos. Son pequeños y están en plena asimilación de la situación.

Tomen una pausa de la lectura para pensar un instante si a caso tuvieron la sospecha de que algo extraño estaba sucediendo conmigo. Dense una palmada en la espalda: tienen buen instinto.
Ahora se preguntarán por qué no lo externé tal cual y pedí ayuda. Bueno, eso es cosa mía.
Pero no he luchado solo. Mi familia y amigos más cercanos han estado conmigo desde que todo este trace empezó. Insisto en llamarlo "trance", por que quiero convencerme de que es una de tantas etapas que simplemente agotará su ciclo y podré al fin dedicarme a tantas otras cosas sin limitaciones.

Voy a utilizar este espacio por un tiempo para asegurarme que no voy perdiendo salud mental.
Actualmente, siento estar mostrando una faceta que puede no ser la más sincera y, considerando seriamente tomar terapia para no seguir contaminando a las personas que me quieren y han prestado sus oídos, pido que me disculpen.
No me han visto en realidad: A sabiendas de mis limitaciones sociales, he hecho un esfuerzo gigantesco para no quebrarme en todo momento. Uno de tantos alicientes es advertirme constantemente que hay personas enfrentando verdaderos problemas. Personas que conozco. Y que no soy nada especial.

Por ello intento ayudar en la medida de mis posibilidades. Ayudar a otros, para mi, es terapéutico. Algunos de ustedes saben que soy donador de sangre voluntario. Quiere decir que en un par de hospitales me tienen registrado y cada determinado tiempo me llaman para saber si estoy dispuesto. Nunca digo que no y, para el registro, nunca he sido rechazado. A excepción de una vez en que no pude auxiliar al hermano de una querida amiga por el tiempo que no logré hacerme. Eventualmente le pedí perdón y su hermano se recuperó. Pero siempre tuve esa espina. A la fecha me sigue incomodando. Y esa es una de las formas más representativas en que puedo pensar sobre cómo ayudo a otros.
En término generales pienso que mientras no le estorbe a la gente, ayudo bastante.

Estoy escribiendo esto con pocas intenciones de repasar mi redacción. Omitan los fallos más evidentes, como palabras repetidas o ideas sin concluir.

Recientemente hice algo que me hizo sentir muy expuesto. Lo he comentado con un par de personas y sus perspectivas me han ayudado a no darle máxima importancia.
No todo son malas noticias, claro. Gozo de buena salud y mis cercanos también. Los niños demuestran gran ánimo cuando están conmigo y pretendo hacer tanto con ellos en el tiempo que compartimos. Es impresionante lo rápido que pasa el tiempo en las personas cuando dejamos de frecuentarlas a diario.

Me gustaría saber qué opinión guardan sobre la terapia. Creo que he dejado pasar demasiado tiempo y simplemente debería hacerlo.
Espero que comprendan por qué no había dicho nada de esto antes y que me den la oportunidad de mejorar como persona. Es posible que alguno de ustedes sepa exactamente por qué estoy atravesando. Su consejo me interesa mucho. Tienen mi teléfono y, si no, tienen cómo contactarme.
Tal vez incluso ustedes estén pasando por un momento complicado. Tal vez pueda ayudar.

lunes, 26 de marzo de 2018

Inicio: Óscar y Ella.

Las siguientes lineas se componen de extractos de mi vaga memoria a corto plazo. Son las piezas que conforman un sueño reciente. Conocido es el sentimiento de vacuidad que tenemos al despertar: una mezcla de alegría y desesperanza por lo sucedido y la inevitable pérdida de todo recuerdo al respecto.
Siempre me ha intrigado sobremanera la poca capacidad que tenemos para aferrarnos a esas experiencias. Nuestra memoria no se toma molestia alguna en dejar pasar el instante fugaz y enviarlo al olvido. Nuestro ser halla en los sueños libertad a todas las represiones que el estar despierto conlleva.
Dicho lo anterior, tómenlo como disculpa por lo complicado que pueda ser la lectura. Mi recomendación es, si no les complace, no la terminen. Pero quiero dejar constancia del ejercicio mayúsculo que me representa amalgamar tantas ideas dispersas en un relato llevadero. Omitiré, en lo posible, los saltos temporales y geográficos que en sueños nos parecen tan normales al tiempo que modifico los nombres de los involucrados. Pero si usted se siente aludido, es por que inconscientemente he dejado pistas para que sepan quienes son y de qué manera me han ayudado.

I.

En muchas ocasiones, desde que estamos juntos, guardaba la idea de que algo no estaba en su sitio. Siempre refiriéndome a ella y hoy no es la excepción: llevamos apenas veinte minutos en la fiesta y mi acompañante ha pasado más tiempo mirando su teléfono que saludando a viejos amigos.
Para ser justos, se trata de viejos amigos míos. Aquellos que conocí y con quienes forjé lazos mucho antes de salir con ella y que todo se fuera al carajo.
Inevitablemente nuestra insistencia por vivir en pareja nos lleva al punto de compartir nuestro mundo. Inclusive si ello merece la incorporación de amistades de otros tiempos; cuando fuimos considerados como los que nunca se casarán o el que jamás tendría hijos. El choque es duro en ambos extremos de nuestras vidas; por un lado queremos mantener lo que fuimos y, por el otro (más inmediato), buscamos ser transparentes para lograr aceptación. Al final quedamos atrapados entre la persona que éramos y la que aspiramos ser. Justo en este punto me hallaba en medio de una fiesta convidada por un compañero de lejanas glorias.

Esa noche Óscar estaba en la puerta. Lleva un rato ahí parado esperando a no sé quién con esa pose de "esta es mi casa y si quieres entrar es por que vienes a echar desmadre, pero no seas ojete y tira el papel de baño en el bote". Lo conozco hace mucho tiempo y me molesta que no hayamos convivido más teniendo gustos tan afines. Tiene ese timbre de voz y forma de decir las cosas que semeja decirte pendejo todo el tiempo sin hacerlo.
Mi compañera, a quien privaré de nombre propio durante el relato, pasaba el tiempo casi acosada en un sillón riéndose con quienquiera que estuviera del otro lado de su teléfono. Una actitud que le acompaña siempre que está fastidiada. No podía evitar mirarla sin el desprecio acentuado por su pésima actitud. Sus pies, aunque cortos, estorbaban el paso a quienes buscaban una ruta a la cocina por más cerveza y en repetidas ocasiones mostraba disgusto por todo el que le importunaba. La fiesta le rechazaba como acto reflejo.

Desde el puesto de guardia, Óscar me hizo señas como para que viera quién estaba por llegar. Un estruendoso ¡Hola, Óscar! hizo respingar a quien llevara ya una hora acostada pegada al celular estorbando a medio mundo: ¡No mames que es Ella! -dijo mientras se le notaba aún más incómoda con la presencia de una ex-.
Ella (nombre propio, no pronombre) apareció en el umbral al tiempo que efusiva se lanzaba a los brazos de Óscar. Después de confiarle algo al oído, ambos voltearon a verme y me dirigieron sonrisas que se acercaron hasta quedar junto a mi. Dejaron un balde con cervezas y hielos en la mesa de centro advirtiendo que no me levantara hasta que se terminaran o nos pusiéramos al corriente. Lo que pasara primero.
Una cerveza fue extendida a mi compañera por la mano de Óscar, misma que fue recibida con una mueca. El gesto de mi amigo, afable saludo sin respuesta, incitó en Ella dos comentarios en dirección a quien estaba medio acostada y medio estorbando: apoyándose en mi hombro y empujándome al frete para tener a Óscar a la vista, le recomendó no insistir y, que si mi acompañante estaba incómoda, era su pedo.
La cerveza que le fue ofrecida regresó sin líquido al centro de mesa. Aquella con quien llegué se la bebió de un trago para luego irse al patio iluminando su cara con el resplandor de su inseparable teléfono.
Quedamos en el sillón Ella, Óscar y yo con el reto de verle fin al balde de cervezas menos una botella.
No quise llevar la plática al terreno de las explicaciones y disculpar el comportamiento la ofendida. Ninguno de ellos lo permitió, así que nos concentramos en nuestros pormenores. Teníamos la esperanza de que más personas se sumaran a la charla conforme la noche avanzaba. Basta saber que yo estaba más que complacido con su compañía.

Es en este punto cuando me doy cuenta que estoy dentro de un sueño. Adquirir consciencia de ello es inexplicable pues las pistas están siempre presentes y nunca son sutiles; a veces el cielo es de color verde o tenemos la capacidad de comunicarnos con los animales o volamos. Siempre incapaces de tomar acciones por estar sujetos a reglas no dichas. En este particular, Óscar y Ella no se conocen y su confiada camaradería, aunque probable, nunca ha sucedido.
Le dije a Ella que estaba soñando y no había otra explicación.
Me observó por largo tiempo y me dijo que mirara detrás de mi. Al hacerlo vi a mi compañera semi acostada en el sillón donde estaba hace unos segundos, justo en la pose que mantenía cuando Óscar custodiaba la puerta.
Si estuvieras en un sueño, dijo, ¿qué te gustaría hacer?
Entender qué está pasando. No me interesa ya componer las cosas. Sólo quiero dejar de preguntármelo todo el tiempo.
Mi interlocutora, posando la mano en mi pierna apoyada en la mesa de centro, dirigió unas palabras a quien yacía acostada: "Tienen que venir con nosotros a Veracruz".

II.

Me encontré al borde de una cama en una recámara donde nunca había estado. Las ventanas sin cortinas me permitían ver la totalidad de un patio interior donde la mujer con quien llegué la noche anterior y otras personas parecían estar pasando un buen rato. Era aproximadamente medio día. El sentimiento de recién haber despertado me sugería que había abusado del alcohol toda la noche y la insoportable humedad hizo que me preguntara por un momento si en realidad me encontraba ya en la ciudad porteña.
A la puerta apareció el último rostro que recordaba de la extinta fiesta. Le acompañaba ese hálito de mujer bella inalcanzable y, con un movimiento que más semejó descender de una nube, tomó asiento a mi lado. Dice ya no fumar pues ha reemplazado ese vicio por la comida, pero no vaciló en aceptar el fuego que ofrecí con el brazo extendido sin mirarle: Un movimiento que he visto en tantas películas clásicas y que siempre me pareció de mucha clase. Con las primeras bocanadas me dio la bienvenida al nuevo día advirtiéndome ser prudente con lo que estaba mirando.

Anoche no viste cuando llegaron los otros, me dijo. La bruma en mi cabeza no daba oportunidad para recapitular. Así que la dejé hablar. Encendí un cigarro y le miré arqueando las cejas.
-Trajo a sus amigos, ¿sabes?
Con razón no conseguía ponerle nombre a los rostros en el patio.
No deberías verla desde aquí, exclamó Ella -ahora acostada en la cama arrojando aros de humo-. No le des el gusto.
Es fácil fascinarse por los problemas de otras parejas. Todos creemos tener la solución y entregamos todos los consejos que nunca aplicamos. Sé que yo lo he hecho y por eso debo estar vacunado a las opiniones de los demás. No por que no me importe. Sino por que he visto a gente muy querida sucumbir a las peores humillaciones con tal de mantener el estatus a pesar de las advertencias.
Ahora es tiempo para que otros rían. Pero nadie lo hace.
Recuerdas que estamos en un sueño, ¿cierto? ¿Por qué no despiertas y ya? -dijo-.
No. Afuera la cosa es peor: allá aún no entiendo y sé que de alguna manera tendré que sanar desde aquí.
Ofreció contarme lo sucedido la noche anterior.
Encendí otro cigarro: Soy todo oídos.

domingo, 18 de marzo de 2018

Ayuda, pidió la puta.

De pronto había una puta parada a mitad de la sala.

El sábado empezó un poco más tarde que de costumbre. Aproveché la oportunidad para dormir más y compensar el sueño que me debo desde hace una semana: malas decisiones acompañadas de peor suerte me han arrojado al declive de moralidad y deterioro físico.

¿Pero qué chingados hacía una puta a mitad de la sala a las siete de la mañana del domingo?

Mi situación actual, si bien no es secreta, tampoco ha sido debidamente ventilada. Baste por ahora decir que tengo más tiempo en mis manos para disponer como mejor me venga en gana. Cosa errada de facto. Ni el tiempo nos pertenece, ni las excusas serán suficientes para castigarnos. Así sea en un nivel de inconsciencia sólo iluminado por el número de crudas que llevo curándome los últimos tres meses.

Sus ojos inyectados reflejaban el miedo que inundó la habitación como un suspiro. Por un momento nadie supo cómo actuar.

En cuanto el sol cayó, Pepe y yo fuimos a hacer las diligencias necesarias para que nada hiciera falta, por lo menos, durante el primer tercio de la reunión.
Uno nunca sabe cómo van a terminar las cosas; quién quedará enemistado con quién -si se derramará o no sangre-, o cuántas nuevas amistades emergerán del humo y el mal aliento.
Soy un firme creyente del estoicismo como forma de socializar. No me aseguro glorias y me limito a responder lo que se me cuestione.
Poco a poco se fueron sumando adeptos al largo tablón de madera dispuesto a mitad del patio. Viandas, alcohol y tabaco cual si de un festín para personas más ilustres se hubiere dispuesto.
Pasaron las horas con sus sinsabores y altibajos. Insultos como manera más honesta de aceptación; llanto provocado quién sabe por qué musa de la desgracia. Ustedes conocen mejor que nadie la pintura que va adquiriendo forma a manera que avanza la noche. La mañana.
No es raro que en esta casa yo me quede al final. No por terca resistencia. Sino por que hace mucho tiempo aprendí a mesurar mis malas decisiones y que éstas no sean mayores a las inmediatamente tomadas. Yo no conduzco ebrio. Si tengo la oportunidad, me apropio un rincón de la sala y cierro los ojos esperando que cuando los abra todos se hayan ido y me quede solo para cargar mi cruz.

Pero cuando los abrí había una puta parada frente a mi.

A las siete de la mañana, certeros golpes en la puerta principal me espantaron el sueño.Meta que no conseguí del todo en las casi dos horas que llevaba acostado.
Desde mi perspectiva, me bastó girar un poco la cabeza para entrever un vestido floreado y una cabellera rojiza a través de las cortinas de la ventana. El sonido de sandalias atravesando la sala me puso un poco en alerta: no es la primera vez que era despertado por algún familiar de mi anfitrión que iba a ver cómo amanecimos. Entre tinieblas distinguí una sombra que atravesó el umbral dando tumbos y se colocó a dos pasos de mi. Toda la bruma desapareció cuando tres gritos recorrieron mi espina: ¡Quién eres!, ¡Qué haces aquí!, ¡Qué quieres!

Una pinche puta con un vestido floreado entallado hasta los huesos y una cabellera más anaranjada que rojiza destrozada por la noche que de algún modo le arrojó este sitio: la sala que yo había hecho mi refugio.
Me puse de pie diciéndole que no la conozco. Sus ojos recorrían las paredes y se deslizaban al piso de madera donde, una vez contado tres pares de pies más que los suyos, los elevó a la altura de mi pecho. "Ayuda" -balbuceó- acartonada la piel y desprendiendo pánico por cada poro. Con más miedo y asco que determinación, le puse la mano en el hombro para mostrarle la salida. Pepe salió de su cuarto hecho un signo de interrogación y a empujones la sacó al patio. Aquella figura no sabía dónde estaba; tenía la marca de la muerte encima y por un segundo nos habrá confundido esta casa con el purgatorio. En tres segundos estuvo otra vez en la calle. Cruzando miradas, Pepe y yo nos reclamamos qué chingados. No hubo espacio para buscar al buen católico en nosotros. Los tiempos no están para tender la mano cuando a duras penas podemos mantenernos en pie.

Después de eso no intenté dormir otra vez. El patio parecía un sitio en abandono decadente y decidí que lo mejor a esa hora sería empezar a recoger los escombros de una noche que me escaparía a la memoria si no fuera por el miedo que aún sentía. Principalmente quería estar visible para que aquella invasora no se atreviera a cruzar la puerta otra vez.

En el largo tablón de madera donde pocas horas antes hubo una veintena de amigos animados a arreglar el mundo, aún quedaban cervezas sin destapar; cigarros a medio apagar y la estela de la derrota.

No me fui del lugar sino hasta que el sitio tuvo mejor pinta. Con dos tazas de café encima, huí del refugio improvisado para guardarme en rincones conocidos más seguros.

Clever girl

¡Jurassic Park es mi Star Wars! Esta es la frase que he utilizado no en pocas ocasiones cuando intento defender un punto desde el fanatismo....