lunes, 26 de marzo de 2018

Inicio: Óscar y Ella.

Las siguientes lineas se componen de extractos de mi vaga memoria a corto plazo. Son las piezas que conforman un sueño reciente. Conocido es el sentimiento de vacuidad que tenemos al despertar: una mezcla de alegría y desesperanza por lo sucedido y la inevitable pérdida de todo recuerdo al respecto.
Siempre me ha intrigado sobremanera la poca capacidad que tenemos para aferrarnos a esas experiencias. Nuestra memoria no se toma molestia alguna en dejar pasar el instante fugaz y enviarlo al olvido. Nuestro ser halla en los sueños libertad a todas las represiones que el estar despierto conlleva.
Dicho lo anterior, tómenlo como disculpa por lo complicado que pueda ser la lectura. Mi recomendación es, si no les complace, no la terminen. Pero quiero dejar constancia del ejercicio mayúsculo que me representa amalgamar tantas ideas dispersas en un relato llevadero. Omitiré, en lo posible, los saltos temporales y geográficos que en sueños nos parecen tan normales al tiempo que modifico los nombres de los involucrados. Pero si usted se siente aludido, es por que inconscientemente he dejado pistas para que sepan quienes son y de qué manera me han ayudado.

I.

En muchas ocasiones, desde que estamos juntos, guardaba la idea de que algo no estaba en su sitio. Siempre refiriéndome a ella y hoy no es la excepción: llevamos apenas veinte minutos en la fiesta y mi acompañante ha pasado más tiempo mirando su teléfono que saludando a viejos amigos.
Para ser justos, se trata de viejos amigos míos. Aquellos que conocí y con quienes forjé lazos mucho antes de salir con ella y que todo se fuera al carajo.
Inevitablemente nuestra insistencia por vivir en pareja nos lleva al punto de compartir nuestro mundo. Inclusive si ello merece la incorporación de amistades de otros tiempos; cuando fuimos considerados como los que nunca se casarán o el que jamás tendría hijos. El choque es duro en ambos extremos de nuestras vidas; por un lado queremos mantener lo que fuimos y, por el otro (más inmediato), buscamos ser transparentes para lograr aceptación. Al final quedamos atrapados entre la persona que éramos y la que aspiramos ser. Justo en este punto me hallaba en medio de una fiesta convidada por un compañero de lejanas glorias.

Esa noche Óscar estaba en la puerta. Lleva un rato ahí parado esperando a no sé quién con esa pose de "esta es mi casa y si quieres entrar es por que vienes a echar desmadre, pero no seas ojete y tira el papel de baño en el bote". Lo conozco hace mucho tiempo y me molesta que no hayamos convivido más teniendo gustos tan afines. Tiene ese timbre de voz y forma de decir las cosas que semeja decirte pendejo todo el tiempo sin hacerlo.
Mi compañera, a quien privaré de nombre propio durante el relato, pasaba el tiempo casi acosada en un sillón riéndose con quienquiera que estuviera del otro lado de su teléfono. Una actitud que le acompaña siempre que está fastidiada. No podía evitar mirarla sin el desprecio acentuado por su pésima actitud. Sus pies, aunque cortos, estorbaban el paso a quienes buscaban una ruta a la cocina por más cerveza y en repetidas ocasiones mostraba disgusto por todo el que le importunaba. La fiesta le rechazaba como acto reflejo.

Desde el puesto de guardia, Óscar me hizo señas como para que viera quién estaba por llegar. Un estruendoso ¡Hola, Óscar! hizo respingar a quien llevara ya una hora acostada pegada al celular estorbando a medio mundo: ¡No mames que es Ella! -dijo mientras se le notaba aún más incómoda con la presencia de una ex-.
Ella (nombre propio, no pronombre) apareció en el umbral al tiempo que efusiva se lanzaba a los brazos de Óscar. Después de confiarle algo al oído, ambos voltearon a verme y me dirigieron sonrisas que se acercaron hasta quedar junto a mi. Dejaron un balde con cervezas y hielos en la mesa de centro advirtiendo que no me levantara hasta que se terminaran o nos pusiéramos al corriente. Lo que pasara primero.
Una cerveza fue extendida a mi compañera por la mano de Óscar, misma que fue recibida con una mueca. El gesto de mi amigo, afable saludo sin respuesta, incitó en Ella dos comentarios en dirección a quien estaba medio acostada y medio estorbando: apoyándose en mi hombro y empujándome al frete para tener a Óscar a la vista, le recomendó no insistir y, que si mi acompañante estaba incómoda, era su pedo.
La cerveza que le fue ofrecida regresó sin líquido al centro de mesa. Aquella con quien llegué se la bebió de un trago para luego irse al patio iluminando su cara con el resplandor de su inseparable teléfono.
Quedamos en el sillón Ella, Óscar y yo con el reto de verle fin al balde de cervezas menos una botella.
No quise llevar la plática al terreno de las explicaciones y disculpar el comportamiento la ofendida. Ninguno de ellos lo permitió, así que nos concentramos en nuestros pormenores. Teníamos la esperanza de que más personas se sumaran a la charla conforme la noche avanzaba. Basta saber que yo estaba más que complacido con su compañía.

Es en este punto cuando me doy cuenta que estoy dentro de un sueño. Adquirir consciencia de ello es inexplicable pues las pistas están siempre presentes y nunca son sutiles; a veces el cielo es de color verde o tenemos la capacidad de comunicarnos con los animales o volamos. Siempre incapaces de tomar acciones por estar sujetos a reglas no dichas. En este particular, Óscar y Ella no se conocen y su confiada camaradería, aunque probable, nunca ha sucedido.
Le dije a Ella que estaba soñando y no había otra explicación.
Me observó por largo tiempo y me dijo que mirara detrás de mi. Al hacerlo vi a mi compañera semi acostada en el sillón donde estaba hace unos segundos, justo en la pose que mantenía cuando Óscar custodiaba la puerta.
Si estuvieras en un sueño, dijo, ¿qué te gustaría hacer?
Entender qué está pasando. No me interesa ya componer las cosas. Sólo quiero dejar de preguntármelo todo el tiempo.
Mi interlocutora, posando la mano en mi pierna apoyada en la mesa de centro, dirigió unas palabras a quien yacía acostada: "Tienen que venir con nosotros a Veracruz".

II.

Me encontré al borde de una cama en una recámara donde nunca había estado. Las ventanas sin cortinas me permitían ver la totalidad de un patio interior donde la mujer con quien llegué la noche anterior y otras personas parecían estar pasando un buen rato. Era aproximadamente medio día. El sentimiento de recién haber despertado me sugería que había abusado del alcohol toda la noche y la insoportable humedad hizo que me preguntara por un momento si en realidad me encontraba ya en la ciudad porteña.
A la puerta apareció el último rostro que recordaba de la extinta fiesta. Le acompañaba ese hálito de mujer bella inalcanzable y, con un movimiento que más semejó descender de una nube, tomó asiento a mi lado. Dice ya no fumar pues ha reemplazado ese vicio por la comida, pero no vaciló en aceptar el fuego que ofrecí con el brazo extendido sin mirarle: Un movimiento que he visto en tantas películas clásicas y que siempre me pareció de mucha clase. Con las primeras bocanadas me dio la bienvenida al nuevo día advirtiéndome ser prudente con lo que estaba mirando.

Anoche no viste cuando llegaron los otros, me dijo. La bruma en mi cabeza no daba oportunidad para recapitular. Así que la dejé hablar. Encendí un cigarro y le miré arqueando las cejas.
-Trajo a sus amigos, ¿sabes?
Con razón no conseguía ponerle nombre a los rostros en el patio.
No deberías verla desde aquí, exclamó Ella -ahora acostada en la cama arrojando aros de humo-. No le des el gusto.
Es fácil fascinarse por los problemas de otras parejas. Todos creemos tener la solución y entregamos todos los consejos que nunca aplicamos. Sé que yo lo he hecho y por eso debo estar vacunado a las opiniones de los demás. No por que no me importe. Sino por que he visto a gente muy querida sucumbir a las peores humillaciones con tal de mantener el estatus a pesar de las advertencias.
Ahora es tiempo para que otros rían. Pero nadie lo hace.
Recuerdas que estamos en un sueño, ¿cierto? ¿Por qué no despiertas y ya? -dijo-.
No. Afuera la cosa es peor: allá aún no entiendo y sé que de alguna manera tendré que sanar desde aquí.
Ofreció contarme lo sucedido la noche anterior.
Encendí otro cigarro: Soy todo oídos.

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Clever girl

¡Jurassic Park es mi Star Wars! Esta es la frase que he utilizado no en pocas ocasiones cuando intento defender un punto desde el fanatismo....