miércoles, 25 de agosto de 2021

Clever girl

¡Jurassic Park es mi Star Wars!

Esta es la frase que he utilizado no en pocas ocasiones cuando intento defender un punto desde el fanatismo. Extendida a casi cualquier debate cuando el tema en la mesa es de mi interés.

En honor a la verdad, no recuerdo bien si a causa del furor por la película fue que la revista Dinosaurios —publicación semanal que se ofrecía cada lunes por nueve nuevos pesos— fue creada o si esta ya existía. Y desde aquí tengo ya problemas con la temporalidad, pues los nuevos pesos entraron en vigor en 1993, en cuyo verano se exhibió dicho Blockbuster.
Voy a atreverme a decir que la revista ya se publicaba desde enero. Apoyándome en viejas reminiscencias ajustadas al primer semestre del año.

Cuando cursaba el quinto año de primaria en la Escuela Justo Sierra, ubicada a un par de calles del Hospital General de La Raza, en el entonces Distrito Federal. Mi tío Ramón, hermano de mi mamá y quien por aquellos días estudiaba en Zacatenco, pasaba por mí a la salida. Cada lunes buscábamos en los puestos de revistas de los andenes de la estación del metro, la nueva entrega semanal. Sería hasta el mes de junio cuando los cines se inundarían de esqueletos prehistóricos. Pero estoy seguro que a pesar de no contar con la facilidad de acceso a la información como existe hoy en día, ya mucha gente estaba bien enterada y sacando raja del asunto. El nombre de Spielberg no era ajeno y la producción tenía ya más de un año de rodaje en Hawái para cuando yo devoraba las páginas de tan singular publicación.

Sobre la vida de esas revistas en mis manos, basta decir que desaparecieron en un mar de dudas y, al igual que los seres que las inspiraron, de su destino sólo quedaron hipótesis. Los cerca de cien números coleccionados a lo largo de cuatro años se esfumaron y la teoría con mayor aceptación, sugiere que alguien me las robó durante una mudanza.

Por fortuna y, haciendo eco de otra de mis frases favoritas, “todo existe gratis en internet”. Claro que llegué a contactar a gente que ponía sus recuerdos materiales a la venta. Hace unos diez años, incluso estuve a punto de ser estafado por un sujeto de Coahuila. Resultó que nunca tuvo intenciones de enviarme nada y pude descubrirlo al hacerme una cuenta falsa que buscaba hacer una especie de puja online en el momento que tuve ligeras sospechas. La decepción.

Recordé que no soy un lego cuando de buscar información en internet se trata y por un tiempo incluso pude costear parte de mis estudios con la urgencia de la gente por conseguir cosas de forma no legal. No me enorgullece, pero encontrar el cómic de la banda Pantera en PDF era un crimen sin víctimas. Recuerdo el día que encontré un sitio que albergaba la colección digitalizada de Dinosaurios de Planeta de Agostini. Su nombre completo. Alguien ahí afuera era incluso más apasionado que yo: no sólo tenía la colección de inicio a fin, sino que le dedicó una impresionante cantidad de tiempo a escanear con lujo de cuidado y regalarlas al mundo. El héroe permanecerá anónimo pues así lo decidió. Huelga decir que apenas tuve oportunidad, me guardé copia de todo y lo subí a mi propio drive para los días lluviosos. Si alguien tiene interés, puedo compartirle el acceso. 😉

Ejemplo de la versión PDF

A esa edad todo impresiona. Y los dinosaurios no tienen un efecto menor sin importar qué clase de persona se trate. No ha llegado el día en que escuche a alguien decir que odia los dinosaurios. 

Ahora. Si bien la fórmula de los monstruos prehistóricos en pantalla no era nueva, es por todos apreciada la revolución visual que significó. No son pocas las anécdotas de personal de producción mencionando lo impresionado que estaba el director Steven en cada screening. Tan extenso fue el tiempo de filmación y edición, que él ya dedicaba sus días dirigiendo la siguiente película en Europa. Mientras, en algún estudio del nuevo continente, el T-Rex no tenía aún definido si debía corretear al Dr. Grant y los niños en una balsa río abajo o un Jeep por la jungla, como finalmente pasó. 

Mi wallpaper durante la Universidad

Aquel día de verano que mi papá y mi tío me llevaron al cine Apolo en Ciudad Satélite, un inusual filtro prohibía el acceso a menores de 13 años. Yo, ataviado con la gorra oficial y una enciclopedia formada por unos veinte fascículos de la mencionada revista bajo el brazo, volteaba con impotencia a ver a mi padre. Mientras él reclamaba la regla argumentando que yo ya tenía trece lo cual no solo era mentira, sino que además mi físico no ayudaba soportar el engaño alguien en la fila le gritó al acomodador que ya había visto la película dos veces y que uno de los actores se veía más chico que yo. Lo que era cierto: Escuálido y todo, pero sí le ganaba al tal Tim en un tiro a muerte con navajas.
Y nos dejaron pasar.

Única imagen que hallé del Cine Apolo. A una cuadra de Plaza Satélite

Esa noche salí de la sala dudando todo. ¡Cómo era posible que algo así existiera! No sabía por dónde empezar a ordenar las ideas. Lo primero que dije al salir, creo, fue algo como, "El título está mal". En mi mente, tanto mi papá como mi tío habrían volteado los ojos por enésima ocasión y sólo puedo compadecerlos por tener que soportar a un sabelotodo respondiendo con gritos al aire las preguntas que nadie hacía: ¿Cómo se llama ese dinosaurio?, ¿Por qué corren así?, ¿Qué es eso que le escupieron al gordito?
El tipo de la fila que estaba viendo el filme por tercera ocasión seguro se arrepintió por ayudarnos a entrar.

Estaba decidido a perseguir la ciencia en cualquiera de sus formas: desenterrando huesos, viajando y viviendo en África, estudiar la genética y evitar el error de las ranas transexuales o convertirme en el Bad Motherfucker de la computación. ¡Eso! Cuando el polvo se asentó, la respuesta estaba en las computadoras: Ellas los trajeron a la vida después de millones de años. ¡Ellas pueden hacer lo que sea!


El enamoramiento con las computadoras duró unos años más que aquél que tuve por los reptilotes. Incluso llegué a estudiar la carrera técnica en computación al tiempo que la Internet despertaba. Quizás debí seguir ese camino. Todo está en el pasado ya. Pero, de la misma forma en que mi romance con la computación facilitó mi autoaprendizaje, permitiéndome dominar programas para efectos prácticos tanto educativos como laborales; mis coqueteos con la ciencia ficción derivó en muchas vertientes. No me extrañó encontrarme con personas que compartían mis gustos. Ellos veían el mundo como yo: un sinfín de posibilidades donde las herramientas estaban al alcance y los temas de conversación no veían fin. No exagero, como ven, cuando digo que Jurassic Park me cambió la vida. Todo inició ese día. Todo lo que soy fue moldeado a partir de aquel asombro. No pudo suceder de otra manera. Y no lo hubiera querido.

En el libro de Crichton, una banda de estos compas mata al Dr. Hammond

Puedo dibujar una línea recta desde el día que fui al cine Apolo y la vez que entré a ver El Señor de los Anillos en Sinaloa durante unas vacaciones. La obsesión por los detalles y la posibilidad de creación cuando, estudiando en la Vocacional, un maestro nos mostró lo más básico de lenguaje de programación para replicar un juego RPG; los juegos de rol que ya no son endémicos de los nerds sino de todo aquel que se precie de tener un poquito de imaginación y tire un dado con veinte caras. La urgencia de mostrarle mi mundo a todos, pero la sabiduría de entregar a cuentagotas mis pasiones más añoradas. El día que mis hijos vieron Mi vecino Totoro por primera vez y, al terminar, me pidieron que la viéramos de nuevo, como un suceso feliz. Y todo se resume el día de hoy, cuando mi novia me compartió una nota de voz donde se escucha a su hija de cuatro años pedirle que le ponga Jurassic Park para desayunar. No diré que lloré. Pero si me conocen bien, puede imaginar la cara que puse. Clever girl indeed!

No. No esa cara.

No sería un post digno, sin compartirles algo de todo esto. Como Crichton ya se murió y se ahorró ser testigo de la basura en que convirtieron su obra, y Spielberg se pudre en dólares, les dejo copia del libro para que sean esa persona insoportable de las fiestas que señala cada diferencia entre lo escrito y lo que vemos proyectado:

No hay comentarios.:

Clever girl

¡Jurassic Park es mi Star Wars! Esta es la frase que he utilizado no en pocas ocasiones cuando intento defender un punto desde el fanatismo....