jueves, 25 de octubre de 2018

Jacinto


No le tomó ni dos minutos reponerse del relato anterior. Quienes le escuchaban, sentados en las escaleras del patio principal, miraban alternativamente sobre sus hombros anticipando la puñalada de cualquier otro recluso. Jacinto tenía fama de contar vivencias y muchos se encontraban embelesados por su voz eléctrica.

"Esperé a que la policía tumbara la puerta de la casa de mi suegra. La cabeza del niño pierde peso cuando ya no pelea, ¿sabían?". Dijo para dar inicio a la segunda historia: Dos marlboros, la cuota.
“No tenía nada contra su mamá del Nico, ni de su jefecita, la pura verdad” -continuó al tiempo que le prendían un cigarro-. Es más, yo ni quería salirme de esa casa aunque me dijeran que por malandro me iba a cargar la chingada. Ya me habían llenado el vasito con sus pendejadas. Si no hubiera sido por mi chavo, me cae que sí me enderezaba.

Tres semanas antes, Jacinto empezó a hacerse un nombre dentro del presidio: la voz corrió con que había violado a un niño y él nunca se molestó en desmentir a nadie. Aguantó las salvajes torturas que le ponen un moño a la bienvenida al reclusorio para gente como él. Tres noches sangró por el ano a causa de las repetidas embestidas con el mango del destapacaños. A la semana de no dar respuesta, los cobradores de piso se desentendieron pues sabían que nadie de afuera paga por un cogeniños. Más tiempo perdían queriendo sacarle un sentimiento que bien podrían invertir en el call center clandestino para extorsiones. ¿Dónde más iban a sacar sus cien varitos por hora?
La segunda semana se la pasó en el sanatorio. Si es que a ese cuarto de tiliches con gasas se le puede llamar así. Ciertamente no era una enfermería y para nada semejaba una clínica de cuidados intensivos. Ahí le pararon las hemorragias con la sospecha de que se pudría por dentro y ni él mostraba interés en mejorar.
Halló refugio del mundo dentro del mundo en aquella escalinata a una veintena de pasos de su celda. No podía desplazarse mucho y parecía dejarse consumir por el hambre y los espasmos que menguaba fumando un cigarro tras otro. Alguna vez oyó decir que nadie se había muerto de una sobredosis de nicotina, pero parecía haberse propuesto derribar ese mito.
 Hablaba con mala dicción, la propia de las personas educadas por la calle, cobijadas por el sereno del parque y moldeadas por el hambre. Pero no se guardaba nada, decían. Era como ir a una plática de alcohólicos anónimos y sumar todas las experiencias en una voz. Parecía un desperdicio dejar morir una existencia tan matizada sin constar registro de todo. Como a mí no me alcanzaba para comprar papel, memoricé todo lo que pude y a mi limitado entender de cómo escribir, quise replicar un par de historias prestadas. De todos modos sólo estoy de paso por aquí: soy uno de tantos inocentes que no tuvo para la fianza y se comprometió con toda la familia para pagarles apenas saliera. Tres meses más, según me dicen. La mía fue considerada como ofensa menor, pero el trato para todos aquí dentro no distingue unos sobre otros. Bueno, a los jacintos sí los aparta. Pero ese compa se muere antes de que yo salga.

Terminaré de contar su segundo relato antes de repasar el primero, que es mucho más interesante, pero no el que lo mandó a este nido de ratas.

"Neta que yo no quebré al chavito, ¡por ésta!" -Se besaba la mano haciendo una cruz con índice y pulgar, dirigiéndose a su escucha más cercano- Esa noche había ido por él para llevármelo a San Luis, tenía un cuñado que me daba chamba en un taller, por la derecha, ¿ves?.
Fue su abuela la que lo tenía muerto de hambre. Le pegaba nomás porque decía que se parecía a mí. El Nico bien noble se aguantaba los chingadazos. ¿Su jefa? ¿Esa pendeja? ¡Qué le iba a decir a la ñora si le soportaba todas sus puterías!
No, si yo ya estaba hasta la madre de sus chingaderas pero pues tenía que ganarme la papa en los camiones y eso nunca les cayó chido.
Qué culpa tiene uno de nacer indio, ¿no?
Yo nomás les decía que si, que sí pero que el Nico se iba conmigo. No me dejaban verlo. Un noche pasé cuando ya estaban todos dormidos. Los culeros ponían el pasador por dentro para que no me metiera. Pero le dije a mi chavo que me abriera. Tenía que pasar por unas cosas y regresaba, y que sacara una mochila pa' sus cosas. Pero pues el morro es morrito, ¿sabes? despertó a toda la colonia tratando de sacar la mochilota más grande y haciendo un desmadre. Apenas me había salido de la unidad cuando vi que se prendieron las luces del cuarto y la sala. Me regresé en chinga para agarrarlo y a la verga, ¿no? Pero pos la ñora ya lo tenía bien amachinado. El Nico pataleaba y en una de esas le dio a su abuela en la rodilla mala. La seño se cayó en medio de la sala y agarró a mi chavito del pescuezo. Pinche vieja, nunca tuvo más fuerzas la condenada. Y así condenada se fue al infierno la hija de la chingada porque antes de que me mandara al Nico a dormir para siempre, le puse una verguiza que seguro atravesó al otro lado con una pinche cara de dolor la cabrona. ¡Vieja puta!
En chinga se despertó la mamá del Nico y como veía que estaba sacudiéndolo pensó que le había hecho algo. ¡Nel, Alondra, no mames, fue tu jefa, AYÚDAME!
Pero pos nomás vio a su jefecita ahí desguanzada con sangre en la cara y se me dejó venir con uñas la perra. Yo nomás quería quitármela de encima y llevarme a mi chavito. Tu tío me va a dar chamba en San Luis, Nico, aguántame payasito, no te me vayas todavía. Quien sabe con qué chingados me pegó la Alondra que me dejó toda la cara caliente. Le agarré los cachetes de marrana y le dije que le bajara de huevos, que fuera por un doctor, pero la pendeja me seguía pegando y me mordía la mano. Y ya con la pinche calentura le dije que se iba a la verga. Le metí los dedos en los ojos y nomás chilló como la marrana que es con esos pinches cachetotes colgados. Se puso menos pendeja y la puse en el suelo. Le dejé la rodilla en la garganta hasta que ya no se moviera.
De un patín cerré la puerta de la sala y le gritaba a los pinches metiches de los vecinos que sí, que fueran por la policía. Pero que me mandaran un padrecito también para que guiara a mi Nico. A mi payasito que ya se sentía frío. Ya ni pesaba su cabecita.
Ni me dejaron ir al funeral los culeros. Mi cuñado me dijo que me fuera a la verga y que ojalá me violaran en la cárcel. Ese puto fue el que dijo todas las mentiras. Pero pues qué chingados, ¿verdad? Pa qué se casa con la prima de la Alondra. Estaba más de ese lado que del mío. Y apenas en las audiencias me enteré.
A mí que me lleve la chingada. Una cosa buena había hecho en la vida y me la arrebató una méndiga vieja.
Pero allá me la he de topar. Y si se la voy a dejar caer bien cabrón. A ella y a la marrana de su hija.
Jacinto prendió otro cigarro.

Pero lo que les decía sobre el primer relato...

miércoles, 3 de octubre de 2018

No lo creo, Rick

He comprendido, al fin, de qué van estos "ciclos depresivos" según insisto en llamarles: no se tratan sino del momento de claridad pura sobre mi situación actual. Una que no consigo controlar y, para la cual, todos tienen la solución precisa.
Ante lo cual veo diferentes consideraciones:
1. Todos son normales y yo anormal.
2. Todos son genios y yo un retrasado.
3. Todos tienen la respuesta a cada problema y yo un No para cada oportunidad.
Puedo seguir. Pero creo que he dejado claro el punto.
Lo que no he precisado es a qué me refiero con "momento de claridad". Bien. Según parece, me he anestesiado de los sucesos como vienen. Me sujeto a la idea de que no puedo salir del lugar donde actualmente vivo mientras no tenga un segundo ingreso que me permita rentar una cama donde dejar caer mis (preocupantemente) contínuas jaquecas: Es para ello que vengo a esta casa donde últimamente no me siento cómodo. Para dormir. Procuro existir lo más posible fuera de este espacio pues, lejos de un refugio, se ha transformado en un constante recordatorio de mi precaria capacidad económica.
No abundaré en detalles.
¿Mencioné un segundo ingreso? Bueno. Eso se debe a que el actual no alcanza para maldita la cosa.
¿Por que no cambio de empleo como me recomiendan? Miedo. Miedo principalmente. No. No es miedo. Es la completa convicción de que no tengo capacidad de hacer otra cosa que no sea hacerme pendejo durante el periodo de tiempo que abarca la entrada y salida de cualquier lugar donde se requiera el minimo de disposición para aprender. Ya no digamos para superar mis cualidades de "trabajo en equipo; entrega de resultados bajo presión; iniciativa y don de gente". O, como yo lo entiendo, "sin quejas por no cobrar los primeros tres meses de capacitación; cobrar por comisiones; jamás quejarse y ser fuerza de ventas".
¿Y por qué diablos no haces algo más?
Verán. Históricamente, jamás he atinado con cualquier negocio que intento. Estos dias me aferro con las uñas a no abandonar algo que requiere cada vez más inversión y menos ganancia. No se cuanto más soporte así.
Al respecto tampoco abonaré más detalles.
Líneas arriba mencioné que busco pasar poco tiempo en donde vivo. Es extensivo a mis hijos. No estoy a gusto con ellos aqui. No tengo autoridad que me permita darles educación esencial. Tratamos de distraernos en otros lados.
El breve rato que pasamos juntos se ve aún más reducido debido a que tengo deberes durante gran parte del sábado. Responsabilidades que me orillan a buscar quién me apoye con sus cuidados. Esa particularidad (estoy a punto de descubrirlo) podria co$tarme el dinero que gane durante las seis horas que trabaje. Solo me queda levantar los hombros, ¿Cierto?
Dos cosas me molestan sobremanera:
1. La gente que supera la adversidad y expone su historia a manera de empujón motivacional.
2. La gente que te dice que sigas el ejemplo de los mencionados en el punto anterior.
Entre los primeros, hay algunos contra los que no tengo nada. Admiración a caso. Entre ellos, dos héroes: Bill Watterson y Stephen King.
Uno abandonó su horrendo empleo haciendo publicidad que odiaba para volverse caricaturista. El otro se convenció de ser un escritor promedio que viviría con los lujos que muchos actores de Hollywood sólo soñarían.
Ninguno de ellos pavonea su éxito. No al menos a manera de "motivational speech".
Aquellos que se atrevan a utilizar sus vidas de éxito para señalar cómo también podría labrar mi propio camino al bienestar, me dan náuseas. Incluso se ponen de ejemplo: "yo dejé todo lo que tenia porque quise ser feliz". Pinche filosofía de Alquimista de Cohelo (o como se escriba).
Volviendo a lo de "momento de claridad". Es ésto. Me entumo con mi día a día. Con una que otra cerveza en fiestas. Con distractores en forma de Stendhal, Hemingway o Cortázar. Con las horas que me acompañan mis hijos. Con no mirar mis deudas.
Dinero.
Es el dinero lo que más me inquieta. Es la falta de tal lo que me irrita. Es la aparente facildad de conseguirlo y no obtenerlo lo que me deprime.
A cerca dela depresión. No tengo puta idea de lo largo que es ese brazo escamoso con garras que aprietan el corazón y podrían tomar una vida sin avisar.
Sé lo que se siente no ver la salida y he visto cuánto se abren los ojos de la persona a quién le confías que a veces quisieras acelerar y salir con todo y auto por el borde de algún puente. No es la solución, dicen. Vamos a bscar una alternativa, insisten. Yo te ayudo, espetan.
A lo cual pienso en forma inversa:
1. Me ayudan. Pero tal ánimo se difumina con el tiempo.
2. Las alternativas, es decir, los negocios informales, no son mi hit. No pegan. No dejan. No sale.
3. Aparentemente sí es la solución. Si me mato simulando un accidente y en mi cuerpo no hallan alcohol ni drogas (como si tuviera para vicios) podrian darle una indemnización a mi familia. Es como si valiera más muerto que vivo.
Antes había mencionado el miedo. Si no fuera tan cobarde, ya le hubiera puesto fin a todo hace tiempo.
Si nada extraordinario sucede, pasarán los años y mis hijos deberán agradecer, no a mí insistencia por conseguir algo mejor, sino a mis pocos huevos por no aventarme de un puente y evitarles un futuro de mediocridad.
Al menos su padre estará ahí para decirles cosas como "me siento orgulloso", o "¡Seré abuelo!". Al menos estaré.
¿Pero qué parte de mí les acompañará?
En enero murió un gran pedazo de Adrián.
Se llevó mi confianza en la gente y mi capacidad de hallar belleza en lo simple.
Dejó un residuo de inseguridades y temores. Mismos que levantan la mano cada vez que me hallo solo. Y solo me he sentido desde entonces.
Dos razones para escribir esto desde un rincón:
1. Aquí estoy a salvó. Nadie me lee. Pero debo externarlo. Debo leer esto a diario y convencerme que soy un espectro entre mortales. Y, aún si alguien lo leyera, puedo desestimarlo fácilmente diciendo que estaba tomado o algo parecido. Sirve que disculpa mi horrenda sintaxis.
2. Ya no quiero decirle a nadie en persona que no estoy bien. Solo puedo imaginar el fastidio que representa para cualquiera el tener que fumarse los problemas de otro.
Estoy a salvo: carezco de valor.

Clever girl

¡Jurassic Park es mi Star Wars! Esta es la frase que he utilizado no en pocas ocasiones cuando intento defender un punto desde el fanatismo....