¡Jurassic Park es mi Star Wars!
Esta es la frase que he utilizado no en pocas ocasiones cuando intento defender un punto desde el fanatismo. Extendida a casi cualquier debate cuando el tema en la mesa es de mi interés.
Cuando cursaba el quinto año de primaria en la Escuela Justo Sierra, ubicada a un par de calles del Hospital General de La Raza, en el entonces Distrito Federal. Mi tío Ramón, hermano de mi mamá y quien por aquellos días estudiaba en Zacatenco, pasaba por mí a la salida. Cada lunes buscábamos en los puestos de revistas de los andenes de la estación del metro, la nueva entrega semanal. Sería hasta el mes de junio cuando los cines se inundarían de esqueletos prehistóricos. Pero estoy seguro que a pesar de no contar con la facilidad de acceso a la información como existe hoy en día, ya mucha gente estaba bien enterada y sacando raja del asunto. El nombre de Spielberg no era ajeno y la producción tenía ya más de un año de rodaje en Hawái para cuando yo devoraba las páginas de tan singular publicación.
Sobre la vida de esas revistas en mis manos, basta decir que desaparecieron en un mar de dudas y, al igual que los seres que las inspiraron, de su destino sólo quedaron hipótesis. Los cerca de cien números coleccionados a lo largo de cuatro años se esfumaron y la teoría con mayor aceptación, sugiere que alguien me las robó durante una mudanza.
Por fortuna y, haciendo eco de otra de mis frases favoritas, “todo existe gratis en internet”. Claro que llegué a contactar a gente que ponía sus recuerdos materiales a la venta. Hace unos diez años, incluso estuve a punto de ser estafado por un sujeto de Coahuila. Resultó que nunca tuvo intenciones de enviarme nada y pude descubrirlo al hacerme una cuenta falsa que buscaba hacer una especie de puja online en el momento que tuve ligeras sospechas. La decepción.
Recordé que no soy un lego cuando de buscar información en internet se trata y por un tiempo incluso pude costear parte de mis estudios con la urgencia de la gente por conseguir cosas de forma no legal. No me enorgullece, pero encontrar el cómic de la banda Pantera en PDF era un crimen sin víctimas. Recuerdo el día que encontré un sitio que albergaba la colección digitalizada de Dinosaurios de Planeta de Agostini. Su nombre completo. Alguien ahí afuera era incluso más apasionado que yo: no sólo tenía la colección de inicio a fin, sino que le dedicó una impresionante cantidad de tiempo a escanear con lujo de cuidado y regalarlas al mundo. El héroe permanecerá anónimo pues así lo decidió. Huelga decir que apenas tuve oportunidad, me guardé copia de todo y lo subí a mi propio drive para los días lluviosos. Si alguien tiene interés, puedo compartirle el acceso. 😉
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Ejemplo de la versión PDF |
Ahora. Si bien la fórmula de los monstruos prehistóricos en pantalla no era nueva, es por todos apreciada la revolución visual que significó. No son pocas las anécdotas de personal de producción mencionando lo impresionado que estaba el director Steven en cada screening. Tan extenso fue el tiempo de filmación y edición, que él ya dedicaba sus días dirigiendo la siguiente película en Europa. Mientras, en algún estudio del nuevo continente, el T-Rex no tenía aún definido si debía corretear al Dr. Grant y los niños en una balsa río abajo o un Jeep por la jungla, como finalmente pasó.
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Mi wallpaper durante la Universidad |
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Única imagen que hallé del Cine Apolo. A una cuadra de Plaza Satélite |
Estaba decidido a perseguir la ciencia en cualquiera de sus formas: desenterrando huesos, viajando y viviendo en África, estudiar la genética y evitar el error de las ranas transexuales o convertirme en el Bad Motherfucker de la computación. ¡Eso! Cuando el polvo se asentó, la respuesta estaba en las computadoras: Ellas los trajeron a la vida después de millones de años. ¡Ellas pueden hacer lo que sea!
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En el libro de Crichton, una banda de estos compas mata al Dr. Hammond |
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No. No esa cara. |